martes, 16 de agosto de 2011

A todo ritmo

Estos días son las fiestas de verano de Salou, la ciudad donde vivimos. El pasado domingo, como casi todas las tardes-noches de julio y agosto, estuvimos dando un paseo toda la familia (mi marido, mis dos hijos y yo). Yendo por el paseo Jaume I, entre la marabunta de turistas (Salou está en la costa, así que durante esta época del año siempre está "a tope") vimos pasar un desfile de "gigantes y cabezudos", acompañados por un grupo de "grallers" (la gralla es un instrumento popular catalán, de viento madera, que guarda cierto parecido tímbrico con el oboe). Un montón de familias con niños pequeños (nosotros incluídos) decidimos seguir a la festiva comitiva; al final de su recorrido, una batucada los recibió. Cuando la música de ésta empezó a sonar, como por arte de magia, todo el mundo empezó a moverse, cautivados por el magnetismo de su poderoso ritmo: los gigantes, los cabezudos, los “grallers” que los acompañaban, los adultos con sus bebés,  los niños, otros adultos (sin categoría visible de “papás”), ...¡hasta nuestra hija Ariadna, de cinco meses, agitaba con frenesí piernas y brazos y ponía cara de emoción al escucharla!. Entonces pensé que el grupo de percusionistas que formaban la batucada eran una especie de "flautistas de hamelín". En vez de flautas, tenían tambores, y en vez de una atractiva melodía, interpretaban potentes, estruendosos y hechizadores ritmos.
Así fue como, sin dejar de escuchar,  recordé una conferencia del gran pianista y pedagogo suizo (principal difusor del método Willems de pedagogía musical ) Jaques Chapuis (1926-2007), en la que habló del poder que tiene la música, especialmente el ritmo, para influir sobre el ánimo y el comportamiento de la gente (afirmación que ya fue formulada por diversos pensadores de la antigüedad y en la que se basa la musicoterapia actual). Esto se hacía patente en aquella sesión de batucada: un montón de personas, sin ser guiadas de manera explícita, habían empezado a bailar, a cuál más animada, incitadas por la música que estaba sonando; lo hicieron como respuesta espontánea e instintiva hacia aquella música, esencialmente rítmica.
El ritmo fue objeto de muchas charlas del sabio Chapuis Decía que éste es uno de los tres elementos de la música (los otros dos son la melodía y la armonía, en este orden) y que éste tiene la primacía sobre los otros dos; es decir, que el ritmo es el primer elemento de la música y que “si no hay ritmo, no hay música” (sin melodía, sí que puede haber música- lo que interpretaba la batucada era un ejemplo de esto- y sin armonía, también). Se podría decir que el ritmo es a la música, lo que un corazón es a la existencia de una persona o de un animal; pueden fallar otros órganos, pero si lo hace el corazón, no habrá vida.
De hecho, el concepto del ritmo no sólo es un elemento musical. Diferentes artes como la pintura, la escultura, la danza o la poesía también tienen ritmo. En la naturaleza, el ritmo también está omnipresente. Lo encontramos en los sonidos que emiten los animales, en el movimiento de las olas del mar, en el silbido del viento, en el estruendo de un trueno...todo son sucesiones rítmicas de sonidos.
A nivel musical, el sentido del ritmo es el primero que se despierta en el ser humano cuando todavía es un bebé. Las primeras manifestaciones vocales de un niño (balbuceos) son de carácter rítmico y no melódico; es fácil observar cómo un bebé, a partir del 4º mes de vida, más o menos, empieza a experimentar con su voz, improvisando pequeños motivos o células rítmicas, que le ayudarán a ir conociéndola y, poco a poco, dominándola.
De hecho, en los albores de la humanidad, las primeras manifestaciones musicales debieron ser básicamente rítmicas-y no melódicas-, tanto a nivel vocal como instrumental. Los instrumentos más primitivos serían, esencialmente, de percusión. No es difícil imaginar a los primeros hombres acompañar sus cantos mediante los golpes, la fricción, la sacudida...etc. de elementos naturales (piedras, ramas, cañas, cáscaras de frutos...), como también lo hacen los niños pequeños para acompañar sus primeras canciones.

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