jueves, 16 de febrero de 2012

Un carnaval musical

inauteriak
¡Feliz Carnaval!

Como algunos ya habréis podido leer en la columna lateral de este blog, durante un tiempo estuve colaborando en una fantástica revista cultural de mi ciudad: Salou Magazine. En ella escribía sobre obras musicales que puedieran ser atractivas para niños y jóvenes. 

Aprovechando estas fechas "carnavaleras", en este post he querido transcribir el artículo que dediqué a la obra El carnaval de los animales, de C. Camille Saint-Saëns  en el número 5 (Abril-Mayo 2008).

Espero que la disfrutéis.


¿Te suena...? 
Este mes quiero presentaros El Carnaval de los Animales, del compositor francés C. Camille Saint-Saëns (1835-1921), una obra muy original dentro del repertorio de la música clásica, que destaca por su sentido del humor y por su carácter descriptivo. Está integrada por catorce piezas dedicadas a animales.
Escrita en febrero de 1886 para el día de Carnaval, esta obra se ha convertido en la más popular de Saint-Saëns. Paradójicamente, temeroso de que la partitura se tachara de frívola y pudiera perjudicar su reputación de compositor serio, Saint-Saëns prohibió la publicación de la obra mientras él viviera, a excepción de "El Cisne", única pieza interpretada públicamente en vida del autor. De hecho, la preciosa melodía que realiza el violonchelo, imitando la elegancia del cisne, es muy conocida por el público en general, puesto que ésta ha pasado a ser parte del repertorio de ballet.
En El Carnaval aparece todo tipo de fauna: leones, gallinas, tortugas, canguros, burros, pájaros, animales primitivos fosilizados, cisnes e incluso... ¡pianistas! Saint-Saëns quiso gastar una broma al oyente incluyendo a esta "especie" de músico (¡entre los que me encuentro!) dentro de su zoológico particular, parodiando el torpe, monótono y repetitivo estudio de los ejercicios técnicos que realizan los aspirantes a pianistas.
La instrumentación que el compositor utilizó en esta obra es muy variada; encontramos una flauta, un clarinete, dos pianos, dos violines, una viola, un violonchelo, un contrabajo, un xilófono y una armónica de cristal. Esta última (que no tiene nada que ver con la popular armónica de boca que todos conocemos) fue inventada a mediados del S. XVIII por Benjamín Franklin (creador, también, del pararrayos y del cuentakilómetros, entre otros) y está basada en una serie de bolas de cristal atravesados por un eje metálico colocado de forma horizontal; para que el instrumento suene, el ejecutante debe rozar ligeramente (con los dedos humedecidos) el borde de las bolas mientras éstas giran, accionadas por un pedal. Aunque muchos compositores, como Mozart y Beethoven, escribieron bastante música para este instrumento durante los siglos XVIII y XIX, hoy en día apenas la vemos en las salas de concierto ya que habitualmente es substituida por el Glockenspiel. En El Carnaval, la armónica de cristal solamente aparece en la pieza titulada "Acuario" y es, junto a los dos pianos, la responsable de crear una atmósfera mágica mediante sonoridades muy especiales que parecen transportar al oyente al fondo del mar. De hecho, Saint-Saëns utiliza muy hábilmente los recursos tímbricos de cada instrumento para evocar e imitar a los animales protagonistas de la obra. Así, la breve pieza titulada "personajes de largas orejas" (refiriéndose a los asnos) está interpretada por dos violines que parecen rebuznar; los dos pianos "saltan" como "canguros" mediante breves notas con mordentes en "stacatto" en la pieza que lleva el nombre de este animal; el contrabajo se convierte en el rey de la selva cuando toca, con aire majestuoso y solemne, la "Marcha real" que abre esta obra (fijaos, también en las breves intervenciones del piano imitando el rugido del león mediante ráfagas rapidísimas de notas ascendentes y descendentes); un caótico y penetrante cacareo es llevado a cabo por un violín (la gallina) y una viola (el gallo); el clarinete se convertirá en un insistente "cu-cu" al tocar, durante toda una pieza, las notas do-la bemol, en sentido descendente, imitando el característico canto de este pájaro. Hasta los animales que vivieron hace mucho tiempo serán protagonistas del número titulado "Fósiles", en el cual el xilófono interpretará una melodía con la que estos parecen bailar; curiosamente, ésta es una cita de la Danza macabra del mismo Saint-Saëns. En esta misma pieza también podremos escuchar tres canciones francesas antiguas ("Ah! Vous dirai-je maman"- que aquí conocemos como"Quan les oques van al camp"-, "J´ai du bon tabac" y "Partant pour la Syrie").


carnaval dels animals

A lo largo de todo el Carnaval, reconoceremos otras músicas que Saint-Saëns tomó prestadas de otros compositores, como el "Can-Can" de la opereta de Offenbach "Orfeo en los infiernos". Éste es interpretado por los contrabajos a un tempo bastante lento, como si las tortugas, animales a los cuales está dedicado el número, lo estuvieran bailando.Por su carácter alegre, fresco y divertido, recomiendo El Carnaval de los Animales para introducir al público infantil en la música clásica. Una buena opción para escuchar esta obra es asistir a una de las representaciones del espectáculo "Somiant el Carnaval dels animals" que cada temporada ofrece El Gran Teatre del Liceu de Barcelona. La fantástica escenografía, protagonizada por títeres de gran formato, unida a esta singular música en directo no defraudan a nadie.

sábado, 11 de febrero de 2012

La primera "clase" de piano de Héctor

El frío “siberiano” y la gripe de Héctor, mi hijo mayor,  nos han tenido “enclaustrados”  en casa estos últimos días, así que hemos aprovechado para hacer todo tipo de juegos y actividades. Entre otras, me aventuré a darle a Héctor su primera “clase” de piano.

Como much@s sabéis, yo soy pianista, así que (cómo es lógico) en casa tenemos un piano de cola. Hasta ahora,  cuando Héctor ha querido “tocarlo”,  lo ha hecho de manera libre y espontánea, sin que yo le diera ninguna pauta.

Como Héctor ya tiene tres años (los cumplió hace muy poquito), el otro día (uno de los que, como he comentado,  hemos estado de “cuarentena” en casa) se  me ocurrió que quizá él ya fuera algo maduro (dentro de su corta edad, por supuesto) para ir un poquito “más allá” en el aprendizaje de este instrumento.

Emi, del blog La historia de Yumbrel, me preguntó hace un tiempo sobre qué actividades podía realizar su hija con un teclado que tienen en casa (¡por fín te contesto, Emi!), así que aprovecharé esta entrada para responderle, comentando las que yo llevé a cabo con Héctor en aquella “primera clase”; quizá estas sugerencias también os sean útiles a los que tengáis “a mano” (nunca mejor dicho...) un piano o un teclado electrónico.

La “mini-lección” de mi hijo consistió en realizar pequeños ejercicios que le permitieran explorar el teclado del piano (y, por tanto, la sonoridad del instrumento) de una manera más consciente, poniendo nombre a las diferentes maneras de ejecutar los sonidos de éste.

Inicialmente, hice observar a Héctor que el teclado del piano tiene teclas blancas y negras. A continuación le pedí que “paseara” sus dedos por unas u otras, según la instrucción que le diera.

Después trabajamos los siguientes conceptos musicales, mediante la exploración de  todo el teclado con sus manitas:

  • la intensidad (fuerte-flojo): Le pedía que tocara fuerte o flojo, según lo que yo dijera.

  • la altura (grave-agudo): Después de mostrarle que las teclas ubicadas en la parte izquierda del teclado suenan graves (“como si fueran elefantes”) y que las de la parte derecha, agudas (“como si fueran pajaritos”), le decía: “¡Que vienen los elefantes!”, para que tocara en los graves, o “¡Cómo pían los pajaritos!”, para que se acercara a los agudos.

  • el tempo (rápido-lento): Cuando yo decía a Héctor “tenemos prisa”, él empezaba a “tocar” muy rápido; contrariamente, si decía “estamos cansados”, su interpretación se volvía lenta.

  • el silencio (concepto que, en música, es tan importante como el de sonido): Mientras Héctor tocaba con las consignas dadas en los apartados anteriores, yo, de vez en cuando, le decía “¡stop!” y él levantaba inmediatamente las manos, dejando de tocar. A la orden de “¡Hop!”, él volvía al teclado.

Finalmente, yo toqué una cancioncita popular conocida, y él improvisó libremente  un acompañamiento para ésta (a su manera, claro).

En cualquier caso, querría aclarar que la edad ideal para empezar a estudiar un instrumento es alrededor de los siete años. Además, es importante que antes de empezar, el niño haya realizado una iniciación que haya desarrollado su musicalidad a nivel global. En esa primera etapa es fundamental despertar la audición del niño pequeño,  sensibilizarlo al ritmo, poner su cuerpo en movimiento con ayuda de la música, hacerle manipular pequeños instrumentos de percusión y permitirle cantar, cantar y cantar.....

Por todo esto,  la primera “clase” de mi Héctor no fue el inicio de su carrera como pianista, sino, sencillamente,  un momento de juego y disfrute entre madre e hijo.

lunes, 6 de febrero de 2012

Juego musical nº 4: “¿Qué campana suena?”


Dirigido a: niños a partir de 4 años
Nº de jugadores: Indefinido
Material: 7 Campanitas
Finalidad: Practicar la memoria auditiva y visual.

Hace tiempo que no escribía ninguna entrada sobre  juegos musicales (podéis ver las que publiqué anteriormente aquí, aquí y aquí), así que espero que os guste. Aunque lo presento como un "juego", éste es, en realidad, un ejercicio auditivo  característico del Método Willems de pedagogía musical, el cual otorga a las "campanitas" un papel fundamental en el desarrollo de la escucha y la audición durante los primeros años de formación musical de un niño. 

La dinámica de este juego es muy sencilla: el adulto  se  sienta  frente a los niños participantes (normalmente, cuando lo hacemos con mis alumnos, solemos sentarnos todos en el suelo, encima de una alfombra; es interesante que los peques, si son bastantes, se coloquen en forma de "U" para que todos puedan tomar parte en el juego).  En el centro, se colocan las campanitas.

Inicialmente, el adulto tocará una o dos veces cada una de ellas para que los niños las escuchen, con el fín de  memorizar el timbre de cada una de éstas. A continuación, se pide a los peques que cierren (y tapen con sus manos) los ojos. Cuando todos están "a oscuras", se toca una campanita durante unos segundos. Cuando se ha vuelto a dejar en su sitio, se pide a los peques que abran sus ojos y se les pregunta qué campana ha sonado. El niño que lo acierte se coloca en el lugar que ocupaba el adulto;  ahora será él quien toque una campanita (la que él decida) para que el resto de sus compañeros la adivinen.

El juego puede durar indefinidamente y/o acabar en cualquier momento.

Se pueden realizar sencillas variantes del juego de la siguiente manera:

  • Utilizando instrumentos de percusión pequeñitos, en vez de campanas (cascabeles, triángulos, platos...). 

  • Utilizando campanitas de una misma familia (es decir, que tenga el mismo timbre, pero la forma de la campana -y, por tanto, la altura del sonido (agudo/grave)- cambie). Esta variante presenta mayor dificultad que la primera que he explicado.

  •  Tocando, en lugar de una sóla campanita, dos, de manera consecutiva (una después de la otra) o simultánea (las dos a la vez).

A los niños pequeños les encantan las campanitas, así que este "juego-ejercicio auditivo" siempre tiene un gran éxito cuando lo realizo en clase (mis hijos todavía son pequeños para poder ir "más allá" de la experimentación libre con  las campanitas...).

Si os animáis a ponerlo en práctica, os aconsejo que, poquito a poco, vayáis recopilando campanitas de distintas formas, timbres, procedencias...tendréis una fantástica colección con la que enriquecer este juego y con la que despertar los oídos de vuestros hijos (o sobrinos, o alumnos, o hermanos, o...) a un mundo mágico de sonidos.

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